Mujeres con una causa: tres emprendimientos femeninos que buscan crear una conciencia sostenible, y cómo lo están haciendo

Producir miel en el desierto de Arica protegiendo en el camino la flora local, transformarse en los gestores de residuos más completos de la Región de Valparaíso para ayudar a pequeños emprendimientos, fabricar una pasta de dientes completamente natural y reducir el consumo de envases plásticos. Tres mujeres con un propósito, que iniciaron su empresa por razones distintas pero con un objetivo común: crear conciencia de que debemos avanzar hacia una sociedad más responsable con lo que consumimos, con cómo lo consumimos, y qué hacemos con ello una vez que termina su vida útil.

Una encuesta dada a conocer por Ipsos en enero de este año mostró que tres de cada diez ciudadanos del mundo han iniciado un negocio en el pasado. En Chile, esta cifra llega a un 46%, mientras que un 37% lo ha considerado, con lo que se ubica sexto entre los países con mayor proporción de emprendedores en el mundo. Para los autores del estudio, entre las razones para ello están que la tendencia al emprendimiento surge cuando hay mayor inestabilidad laboral, por lo que además el fenómeno se ha profundizado en los últimos dos años a causa de la pandemia.

Pero el estudio también muestra que su objetivo ya no es solo la creación de negocios, sino que también está surgiendo con fuerza el emprendimiento de triple impacto (valor económico, conciencia social e impacto ambiental), que trabaja por una causa además de la rentabilidad, por generar un cambio en la sociedad. Y que también las mujeres están irrumpiendo con mayor fuerza en la creación de nuevas empresas.

Esto quedó de manifiesto en la entrega de la última versión del premio “Mujeres que Inspiran” del Banco de Chile, donde de las 32 ganadoras, 20 corresponden a líderes de organizaciones sociales como fundaciones, agrupaciones culturales, ollas comunes y comedores solidarios; y 15 son microempresarias o con emprendimientos ligados al reciclaje, sustentabilidad y al trabajo con personas con discapacidad. Cada una de ellas se adjudicó $3 millones, además de mentorías personalizadas y capacitaciones especializadas en sus áreas de interés. Esta es la historia de tres de ellas, y cómo a través de su trabajo buscan impactar en la sociedad y en el futuro del planeta.

Biorigen, la pasta de dientes natural que nació como solución familiar

Por estudios de su marido, Claudia Godoy vivió cuatro años en Nueva Zelandia y otros tres en Inglaterra, donde desarrolló una potente cultura en sostenibilidad y cuidado por el medio ambiente. El reciclaje, comprar la menor cantidad de plásticos, producir las cosas de forma casera y natural, fueron parte de sus vivencias en el extranjero. Y a esto se sumó que su primer hijo, hoy de 12 años y con tres meses de edad cuando partieron, era extremadamente hiperactivo.

“Muchas de las cosas que hago empezaron porque fui madre. En Nueva Zelanda el doctor me dijo que la solución para mi hijo era poner extra trabajo en él como mamá, y una de las soluciones que nos dio fue cambiarle la dieta. Eso involucró sacarle todos los azúcares, las harinas finas, no podíamos comprar nada que tuviera colorantes. Entonces empezamos a leer mucho las etiquetas, tuvimos que evolucionar muy rápido en pro de ayudar a nuestro hijo, para que fuera más tranquilo”, recuerda Claudia.

Pronto empezó a hacerle las barras de cereal, el pan, los bombones. Cambiaron las rutinas de la casa, y empezaron a descubrir un mundo nuevo. Como una cosa lleva a la otra, al poco tiempo estaba haciendo en la casa el champú de la familia, el jabón, y la pasta de dientes, esta última nuevamente para solucionar un problema de su hijo mayor que presentó aftas en la boca.

“Es lo que muchas mamás hacen también, hay muchos emprendimientos que nacen de la necesidad familiar y de ayudar a tus hijos”, dice Claudia. “Para mi fue un descubrir, cuestionar los envases, los productos que contaminan el agua… Viví un proceso en que cada cosa se fue poniendo en su perfecto lugar para que yo creara la pasta de dientes”.

Cuando volvieron a Chile desde Inglaterra, venían con una consciencia de consumo muy distinta a la que había entonces en el país. Entonces, se le ocurrió vender cepillos de dientes de bambú, que aun no llegaban al país. “Con mi alma de ‘Capitán Planeta’, porque llevaba esto del medio ambiente súper a concho en mi casa, dije voy a traer estos cepillos de bambú y obviamente me va a ir bien, los voy a vender todos y va a ser un éxito. Y fue un fracaso. Porque claro, tenía la idea -y era una buena idea-, pero no había hecho estudios de marketing, un modelo de negocios, a quién le iba a vender, cómo. Solo pensé que a todo el mundo le iba a encantar porque era una excelente idea”, recuerda.

Entonces se tuvo que reinventar, trabajar un modelo de negocios y planes de marketing. Mientras, seguía haciendo su pasta de dientes casera y la repartía también entre los amigos, hasta que uno de ellos le propuso que postulara con ese proyecto a un fondo semilla de Corfo. “Lo hice, y la verdad es que es súper sincera mi respuesta al decir que estaba segura que iba a resultar, porque ya había hecho el modelo de negocios con los cepillos de dientes, y ya sabía que venía una tendencia; sabía a qué mercados iba a apuntar, sabía qué se necesitaba, y también iba muy a la vanguardia de lo que se estaba necesitando en tipos de productos más sustentables”, dice Claudia.

El proyecto de Corfo financió la base de lo que hoy es Biorigen. La pasta de dientes se mantiene en la receta original, pero se perfeccionó con odontólogos y químico-farmacéuticos para profesionalizarla y competir en el mercado. Usa muchos de los ingredientes que están en todas las pastas de dientes, como el carbonato de calcio, un remineralizador natural de los dientes; bicarbonato de sodio para mantener alcalina la boca y limpia de bacterias; aceites esenciales de menta, canela y clavos de olor.

“Son ingredientes naturales y súper comunes. Y tiene también aloe vera, que es nuestra característica, porque es un reparador y regenerador de tejidos. La hicimos para las personas que tienen la boca muy sensible, pero sirve para todos. Todos los ingredientes que usamos están aprobados internacionalmente para la limpieza de la boca”, afirma la creadora de Biorigen.

En la pandemia, la empresa registró un fuerte incremento en sus ventas. Para Claudia Godoy, en ello incluyeron dos cosas: primero, el estallido social, que de alguna forma impulsó una revalorización del emprendimiento nacional y generó un cambio en la actitud de compra; y segundo, con la pandemia, dice, “la gente también se dio cuenta que uno se enferma por lo que usa, por lo que come y por lo que se pone. Y no solamente la pasta de dientes tuvo aumentos en ventas, también todos los productos naturales, las frutas, las verduras”.

“El coronavirus -agrega- mostró el lado B de lo que estábamos haciendo antes, que era llenarnos de cremas con muchos parabenos, parafinas químicas, lavarnos el pelo igual, limpiarnos la boca de la misma manera. El coronavirus de alguna forma expuso lo que estábamos haciendo o consumiendo antes, y las personas se volvieron más conscientes de eso”.

Eso también ha estado en el origen de sus productos. “Cuando quise compartir la pasta de dientes, por un lado obviamente vi una oportunidad de negocios, pero que también era una oportunidad para que las personas tuvieran un impacto positivo a la vez que se cuidaban los dientes. Ese era el slogan, que no es necesario cuidar de tus dientes descuidando el medio ambiente. Y visibilizar que el tubo de pasta de dientes es un plástico que no se recicla, porque es una mezcla de muchos plásticos que para el reciclador son un problema. Por eso usamos un frasco de vidrio, para visibilizar este problema”, dice.

Ahora, con el premio “Mujeres que Inspiran” está preparando una nueva línea de pastas infantiles próxima a salir al mercado, pero sus objetivos son más amplios: crear su propio laboratorio, porque hoy depende de que otro laboratorio le haga la pasta de dientes.

“Lo que queremos conseguir con las mentorías es expandir nuestra cartera de producción, vender mucho más, pero también mirar al futuro y plantearnos el tener nuestro propio laboratorio. Lo que me gusta de ser emprendedora y mujer, y creo que nos diferencia de los hombres, es que miramos el resultado futuro. Más que el retorno económico inmediato, la mujer quiere el impacto no solo monetario, sino qué conseguir con su producto y además hacerlo bien y a largo plazo. Creo que esa es una de las grandes diferencias de las mujeres, y por eso muchas veces sus emprendimientos son más exitosos que los de los hombres. Eso es lo que nos diferencia, y es lo especial”, dice Claudia Godoy.

Cultivando miel en el desierto

En 2003, Edith Elgueta decidió dejar atrás 25 años de servicio municipal en Arica, Maipú y Chépica e iniciar su propio emprendimiento, aprovechando un campo que había comprado en la década de los 90 en esta última comuna como alternativa para el futuro. Con tres hijos con trastornos metabólicos, y una mirada con fuerte arraigo en la medicina natural y la cosmovisión de los pueblos andinos, decidió criar abejas pero buscando un método propio que además proveyera una alimentación saludable para sus hijos.

“Es un proyecto de innovación en que decidí salirme de los márgenes de la apicultura tradicional. Me dediqué a criar abejas pero con mi propio sistema de vida, trabajando de acuerdo a los ciclos de la luna y con la naturaleza. Yo no tengo origen indígena, pero me críe en Arica con esas raíces andinas, viendo toda la cosmovisión que tenemos acá y que es parte de nuestra vida”, afirma.

Pero no fue fácil. “Cuando comencé en esto todavía en la apicultura había mucho machismo, porque la agricultura es un trabajo de hombres, no de mujeres. Pero por el hecho de criar a mis tres hijos sola, tuve que hacer la fuerza económica y de trabajo sola. Pero uno se acostumbra a que nada es un problema, solo hay que buscar otro camino”, dice Edith.

Así, en enero de 2004 ya tenía su propia producción de miel en Chépica, y en su campo recibía a visitantes europeos como parte de una red de fincas orgánicas biodinámicas, quienes venían a ayudarla a trabajar el campo y le compraban gran parte de la miel para llevarla a Europa. Pero con el terremoto de 2010 cambió todo: los extranjeros dejaron de venir por temor a los sismos, y se alteró geográficamente el lugar. Así que en 2012 decidió partir de regreso a Arica con sus abejas. A empezar de nuevo, esta vez para producir miel en pleno desierto.

“En Arica siempre tuvimos abejas nativas, pero a fines de los 70 y comienzos de los 80 -por la mosca de la fruta- se fumigaron los valles y eso diezmó su población, a lo que le siguió una sequía en el valle de Azapa, que era el mayor productor de frutos. Esas cosas a mi me marcaron mucho, porque además veíamos que eso no pasó en Tacna, porque allá no mataron las abejas. Gran parte de nuestra alimentación desde niños fue la miel, el propóleo, en forma muy rústica. Cuando las abejas quedaron sin polen, y empezaron a alimentarla con jarabes y otras cosas adicionales, para mi esa miel dejó de ser un alimento, entonces se me metió en la cabeza criar mis propias abejas para yo alimentarlas de forma natural”, recuerda Edith Elgueta.

En 2012 presentó un proyecto a Bienes Nacionales para que le arrendaran un terreno en el Valle de Lluta para criar sus abejas, pero lo encontraron poco creíble. Entonces partió a estudiar a Perú donde se tituló de naturópata, con una tesis sobre las abejas. Volvió a insistir en Arica hasta que consiguió un terreno, y en 2014 se trajo dos colmenas en avión desde el sur para empezar su producción. En 2017, a partir de una iniciativa de Banco de Chile y Fundación Levantemos Chile, fue elegida como la mejor miel de Chile.

“Fue todo un boom traer la miel del desierto. No es igual que la miel común por su inocuidad, el tipo de polen, sus beneficios para determinadas enfermedades. Son cosas que hemos ido trabajando por mi idea de enfocar mi producto a la parte de salud y solucionar problemas de inocuidad alimentaria. Hoy está certificada como una miel Premium”, afirma.

“Todos me decían que era imposible, que cómo se me ocurría hacer miel en Lluta. Yo les decía ‘sí se puede’, por último para ayudar a la vegetación. Y además aproveché mi experiencia medicinal”, agrega. Las aguas del Valle de Lluta son naturalmente saladas, con una flora nativa que incluye una gran variedad de algas, desde donde las abejas liban el mucílago (sustancia vegetal viscosa), al igual que con las plantas de aloe vera que ha cultivado en el terreno.

Esto también le ha traído una serie de reconocimientos por su trabajo en la conservación de la flora nativa y el clima. “La flora nativa cumple un rol muy importante en todo este proceso. Lo que se ve incluso como mala hierba, que no sirve para nada, que se ve como una planta áspera, que no es bonita o no tiene un olor agradable, ayuda a captar humedad y con sus raíces la inyectan a la tierra. Y al mismo tiempo van descontaminando los metales pesados de las aguas. Entonces por eso es tan importante, y la agricultura solo es sustentable manteniendo la flora nativa en su entorno. Tiene un rol fundamental”, explica.

Ahora, a partir del premio “Mujeres que Inspiran” de Banco de Chile busca avanzar más allá. “Hay que mirar más adelante y ponerse más ambiciosa. La miel y el propóleo son un alimento, y lo que quiero ahora es encapsularlas para su consumo como alimento y como medicamento porque es un alimento funcional, que también regenera. Es un trabajo de innovación a nivel superior, por eso digo que ahora me estoy poniendo ambiciosa. Estoy trabajando con un mentor del Banco de Chile para ver cómo alcanzar ese sueño, donde mezclo todos mis conocimientos de medicina, mi experiencia, y los resultados que he visto en mi vida y también en mis hijos”, dice Edith.

Gestión Verde: Reciclaje que impulsa pequeños emprendimientos

En agosto pasado, en plena pandemia, Alondra Tiemann empezó a ver una necesidad creciente de muchas personas por reciclar los residuos que estaban almacenando en sus casas. Con los puntos limpios cerrados y las restricciones impuestas por las cuarentenas, era prácticamente imposible. Inquieta por los temas ambientales y el reciclaje desde niña, conocía ya la mayoría de los puntos limpios de la región -y qué recibía cada uno- y a varios revalorizadores finales de residuos, pequeñas pymes que los ocupaban como materia prima para sus productos, y decidió hacer algo. Ese fue el punto de inicio de Gestión Verde, que hoy ofrece el retiro de reciclaje a domicilio más completo de la Región de Valparaíso. “Pensé que el conocimiento que tenía acumulado en reciclaje podía servirle a otras personas para que sus residuos no llegaran a la basura”, recuerda hoy Alondra Tiemann.

Lo primero fue ayudar en la contingencia, y para ello creó una cuenta en Instagram donde entregaba información sobre qué se puede reciclar y qué no, cómo y dónde hacerlo, lo que luego derivó en una guía con fotografías que explica el proceso paso a paso. “Creé este Instagram, y como idea secundaria ofrecí el retiro de reciclaje a domicilio aprovechando que tenía tiempo libre y reciclaje acumulado. Sin mucha fe. Para ver qué salía. Y prendió altiro, fue súper rápido. La gente altiro nos quería contratar”.

Su intención era partir en Quilpué, donde vive, pero la gran mayoría de los llamados eran de Viña del Mar, así que empezó a armar rutas de recolección esa misma semana, aprovechando su formación de ingeniero civil industrial para hacerlas más eficientes. Hoy tiene planes mensuales y retiros únicos en domicilios. La primera semana del mes realizan cinco rutas, y luego dos cada semana. Cada mes se publica un calendario con el trazado y el horario, y los cupos se llenan de inmediato. En menos de un año, han llegado a cerca de 800 hogares con su servicio en gran parte de la región, desde Olmué hasta Valparaíso.

Pero lo que realmente diferencia a Gestión Verde de iniciativas similares es el destino de sus residuos, porque la gran mayoría de ellos no se va a un sitio de reciclaje, sino que se entregan como materia prima a pequeños emprendimientos o a fundaciones para su reutilización.

Así, los frascos que reciben se entregan a un señora que fabrica mermeladas, las botellas al taller de una persona que hace lámparas, los jeans a una emprendedora que fabrica distintos productos como bolsos y delantales para hacer asados, las tapas de bebidas se entregan a las Damas de Café para sus campañas, la ropa a fundaciones que ayudan a personas vulnerables, los envases de plumavit a otra organización social que entrega comida a gente en situación de calle, los plásticos a un emprendimiento que los transforma en posavasos, maceteros y otros productos. Lo mismo ocurre con el reciclaje electrónico: los aparatos eléctricos los entrega a un taller que los repara y los vende, y los computadores y tablets a una persona que los arregla y se los entrega a niños para sus clases online, y el resto se recicla por partes.

A muchos de ellos los ha conocido en los años o los ha encontrado por Facebook. Interesada por su trabajo, les ofrece esta materia prima, pero también ayuda a visibilizar sus productos por la página y a entregar pedidos cuando pasa a buscar el reciclaje a las casas. “La idea principal es recuperar el residuo”, dice Alondra Tiemann. “Yo creo que la basura no existe -agrega-, y mi idea es transmitirle eso a la gente. Que básicamente todo lo que tiene en sus casas lo puede salvar de que se vaya a un vertedero. Trato de ayudar a las causas sociales también, pero no preocuparme solo de eso, o no solo del medio ambiente, sino de todo al mismo tiempo con una visión integral. Sé que hay gente que tiene muy buenas ideas, que hace cosas muy lindas y tiene mucho talento, pero les falta quizás un poco de marketing o de apoyo”.

Gestión Verde también hace charlas en colegios, en condominios, en empresas, para enseñar a reciclar y generar una cultura ambiental. Tras ganar el premio “Mujeres que Inspiran” de Banco de Chile, ahora buscan aprovechar esos recursos en abarcar más colegios y empresas, ampliar la red de emprendedores y sumar más rutas de recolección. “Al final, mientras más gente abarquemos, a más emprendedores podemos ayudar. Este premio viene acompañado de mentorías, y en base a eso quiero decidir bien en qué enfocar estos recursos que ganamos. Podría ser en pasar de un auto a una camioneta, porque me ahorraría un montón de costos por bencina; u ocuparlo en instalar puntos limpios, o en una página web… quiero ver en qué vale la pena focalizar el esfuerzo y en base a eso decidir. Nuestra meta es ser los gestores más completos de la Región de Valparaíso”.

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